Dejé el lecho marital harto de las mismas caricias y de los mismos besos. Me abandoné a los vicios en bares, “night clubs” cabarets y casas de prostitución. Ahí no encontré el amor que pudiera faltarme en el hogar, pero rebasé barreras que no podría con mi mujer. Esa es la boca que besa a mis hijos por la mañana cuando van al instituto. No me remuerde la conciencia esas noches entregadas al disfrute de experiencias extremas. Pero descubrí un placer infinitamente mayor en los brazos y en el sexo de la mujer que está siempre en mis pensamientos ahora, incluso cuando estoy con mi mujer o con mis hijos, no consigo apartarla de mi mente. Y las tardes que estoy junto a ella, en su cama, entre sus brazos son dulces barras de mantequilla que se derriten en la sartén de mis recuerdos.

 

 

 

ãJORGE GULÍAS MERELLES