“Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí”.

 

                     Augusto Monterroso

 

 

    No sé si fue la bebida, pero me quede dormido durante mi guardia en el museo, como ocurre cada noche, pero en esta ocasión tuve un sueño muy raro. Además, me desperté en un sitio distinto a donde estaba cuando cerré los ojos.

 

  Estaba sentado en mi silla cuando me quedé dormido. La silla estaba en el mismo lugar de siempre, frente al gran mamut de la exposición sobre la era glaciar. En el sueño todo lo que mis ojos veían era un gran plano oscuro. De algún lado me llegaba el sonido distante de una suave música de flauta. Súbitamente subió de volumen la música y apareció un foco de luz a lo lejos. Anduve hacia la luz, pero antes de llegar descubrí que se trataba de un monstruo horrible que, a su vez, corría hacia mí, a toda velocidad, dando dentelladas.

 

  Giré en redondo para escapar de esa horrible visión y apareció ante mí una selva enorme, bañada en luz. La luz había estado siempre ahí, pero yo miraba en sentido contrario, la razón por la que pensé que el monstruo era la luz, su brillante color anaranjado.

 

  El monstruo, me había olvidado de él. Volteé la cabeza sólo para encontrarme frente a frente con un temible alosaurio. Mi pulso se aceleró y el sudor comenzó a deslizarse sobre mi frente, o la versión que tuve durante el sueño de mi frente. La adrenalina comenzó a subir la temperatura y su efecto se notó cuando mis manos se convirtieron en garras gigantescas. Hice uso de ellas y me di a la labor de destrozar al animal. Pero el alosaurio no estaba indefenso, no tardé en encontrarme entre sus fauces. Desperté con un grito para encontrarme en la sección de dinosaurios del museo. El alosaurio estaba ahí, una reproducción en yeso con un rasguño en el vientre.

 

 

 

 

ãJORGE GULÍAS MERELLES