Comenzó en el nacimiento de los tiempos. Nadie sabe a que se deben los lamentables aullidos que aún hoy se siguen escuchando por aquellos parajes. Gracias a ella sabemos donde están las puertas del Paraíso. Nadie jamás la ha visto, pero todo el mundo sabe quién es. Fue la primera mujer en sufrir, sudar, sangrar y parir. La expulsó un Dios antiguo y rencoroso. Motivos para llorar no le faltan. Implora regresar al lugar de donde vino y tuvo su primer nacimiento. Su hombre murió poco antes que ella, pero sus almas no están juntas; ruega poder volver a sentir cerca su persona, la presencia que le dio consuelo cuando fueron los dos desterrados. También con él conoció la dicha del sexo. Llora por sus primeros hijos, mucho ha que han muerto. Fueron los primeros en sufrir el odio entre hermanos. Y su descendencia creció hasta poblar la Tierra. Se han matado siempre unos a otros, hermanos que sin saberlo derraman su propia sangre. Clama al cielo su dolor, dolor de madre, cuando ve que su sangre se derrama por la tierra víctima de su propia carne.

 

 

 

ãJORGE GULÍAS MERELLES