México, DF a 1 de marzo de 2001

 

                 Querido Francisco:

 

  No hay nada más difícil que escribir sobre el amor. Son tantas las cosas que se han dicho ya, que no doy con la forma de explicarte lo que me haces sentir sin caer en las mismas palabras de siempre. Me fastidiaría tratar trivialmente, por ejemplo, todas esas sensaciones que experimento desde el día en que nos conocimos, desde la primera vez que te vi. ¿Recuerdas ese día?

 

 Fue como un parte aguas en mi vida. Nunca antes había tenido alguien a quien confiarle mis secretos, incluso los más íntimos. Desde entonces has llenado un vacío muy grande en mi vida y en mi corazón. Y la fortaleza de tu cuerpo, tu torso, es el sitio donde me refugio siempre que estoy desconsolado. Al principio rehuía la idea de estar con otro hombre, pero tú me diste confianza en mi mismo y en nuestra relación. Ya no soporto que estemos separados, tienes que regresar a mí, tienes que abrigarme con tus fuertes brazos. Mis labios extrañan el contacto con los tuyos, mi piel no ansía otras caricias que no sean las tuyas. Por favor, vuelve a mí. Siempre tuyo.  

 

 

 

 

Rodolfo

 

 

 

 

ãJORGE GULÍAS MERELLES