México, DF a 27 de octubre de 2001

 

                 Querida Paulina:

 

  Sé que esta carta te parecerá anacrónica, pero lo es sólo en cierta medida. Lo que voy a decirte no es nuevo, sin embargo llevo cargándolo mucho tiempo y veo que ya llegó el momento de hacértelo saber.

 

 Tiene que ver con el día en que me encontré con tu prima Carolina. Nos saludamos muy atentamente. Estaba paseando por la Calle Principal de Carballiño, así que aprovechamos la ocasión y paramos a tomar un café. Obviamente le pregunté por ti y por si te había visto y cómo estabas. Ella debió de sentir mi preocupación hacia ti y emocionarse porque ocupas un lugar tan importante en mi corazón. El caso es que después que ella terminó su café, decidimos tomar una copa, a la que siguieron varias más.

 

 Con el alcohol calentando la sangre en las venas y las ideas en el cerebro no hubo barreras que impidieran que nos dejáramos llevar por los instintos y por la pasión. Fuimos al mejor hotel en Copenhague y colgamos el anuncio de no molestar en la puerta. Mis manos rasgaron su vestido, mientras que las suyas hacían lo propio con mi ropa. Nuestros labios sellados en un beso donde no se sabía el comienzo de una y el final de la otra.

 

 Concreté mi traición haciendo el amor con tu prima hasta el amanecer, ya de día lo hicimos dos veces más. No espero que me perdones, sé que yo no lo haría, pero debes saber que mi corazón siempre será tuyo.  

 

 

 

 

J

 

 

 

 

ãJORGE GULÍAS MERELLES